lunes, 21 de junio de 2010

San Buenaventura (1217-1274)

Nace en la Toscana en 1217. Franciscano es discípulo predilecto de Alejandro de Hales, con el que no compartirá la mayoría de opiniones. Sin embargo, es profundamente agustiniano. Muere tras haber sido nombrado cardenal en el concilio de Lyon, en 1274. Fue enterrado en Lyon en presencia del papa Gregorio X.

1. LA EXISTENCIA DE DIOS
Se preocupó primariamente por Dios como objeto de adoración y oración y como objetivo del alma humana, más que por un Dios filosófico. Por eso pone más énfasis en las pruebas que se apoyan en la interioridad. Sin duda él entiende que del mundo sensible se puede llegar a la existencia de Dios, pero piensa que tal existencia es tan evidente al alma mediante la reflexión sobre sí misma que la creación extra-mental sirve principalmente sólo para recordárnosla. Y no lo hace sin razón. En la línea agustiniana se pregunta cómo podría el intelecto conocer que ese ser es defectuoso e incompleto, si no tuviese conocimiento alguno del Ser sin defecto. La idea de imperfección presupone la de perfección. No se puede llegar a la perfección por la imperfección por vía de la abstracción o la negación. No niega que la existencia de Dios pueda demostrarse a partir de las criaturas. Al contrario, lo confirma. Puesto que las cosas sensibles son para nosotros los medios de llegar al conocimiento de las intelligibilia. En sus obras hay innumerables pruebas a posteriori, a partir del eros ab alio, debe existir un ens non ab alio, a partir del ens possibile, debe existir un ens necesarium. No desprecia el conocimiento sensible. Lo valora como el primer paso en las etapas del ascenso espiritual del alma, puesto que el mundo es espejo de Dios, hasta llegar al conocimiento más elevado, el conocimiento experiencial de Dios. Igualmente afirma que la existencia de Dios es una verdad implantada naturalmente en la mente humana, es evidente por sí misma y que no puede dudarse de ella. La cuestión es qué entiende él exactamente por esto: objetivamente hablando la existencia de Dios es indudable, pero subjetivamente hablando puede dudarse de ella. San Buenaventura no postula una idea clara y explícita de la existencia de dios, postuló que en todo ser hay una confusa conciencia de Dios. el conocimiento universal de Dios es implícito y no explícito y vago. Es un conocimiento virtual de Dios que puede volverse claro sin recurrir al mundo sensible.
Por ejemplo, en la prueba agustiniana del appetitus beatitudinis, se da cuenta que no puede haber deseo sin algún conocimiento del objeto mismo. Si la voluntad se encuentra naturalmente orientada hacia el Bien Supremo, esa orientación postula un conocimiento a priori de Dios. No puede haber búsqueda de lo que es enteramente desconocido. Buscar la felicidad y negar la existencia de Dios es en realidad hacerse reo de contradicción. Negar con la inteligencia lo que afirma la voluntad. Cuando San Buenaventura dice que el alma conoce a Dios como presentísimo a sí misma, no afirma una doctrina ontologista sino que el alma al conocer su dependencia, reconoce, si reflexiona, que ella es imagen de Dios y ve así a Dios en su imagen.
San Buenaventura resume el argumento anselmiano y lo extiende. Aclara que con una noción errónea de Dios, advierte que no puede dudarse de la existencia de Dios y que la no existencia no puede ni siquiera ser pensada. No considera la idea de perfecto obtenida mediante la negación de la imperfección. Presupone una idea innata virtual de lo perfecto que no es otra cosa que el sello de Dios en el alma. Siguiendo a San Agustín en la demostración de Dios por las ideas y verdades eternas, será también su argumento favorito. La afirmación de cualquier verdad afirma la causa de toda verdad e implica por ello la existencia del fundamento y causa de la verdad. Tampoco es un argumento meramente verbal o dialéctico, pues mantiene que la mente puede aprehender verdades eternas y obtener conclusiones ciertas y necesarias solamente a la luz divina. Así que negar la existencia de Dios es negar la fuente en nombre de lo que procede la fuente.

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