sábado, 24 de julio de 2010

Santo Tomás de Aquino VI

3. PSICOLOGÍA
Para Santo Tomás la psicología es una parte de la naturaleza física (entendiendo la parte que se ocupa del ente móvil) -cualquier movimiento. Hay unos movimientos que se estudian por la cosmología (seres inertes) y otros por la psicología (entes vivos, movimiento de aumento o disminución, incremento de un sujeto, ente móvil viviente). La vida es el ente automoción. Ser viviente es substancia a la que conviene según su naturaleza moverse a sí misma. Ser sujeto, substancia según su naturaleza, la tiene de manera natural, la capacidad de moverse es previa a toda intervención humana y que no excluye la influencia de un agente externo del propio movimiento. Naturaleza tal que las propias operaciones no se deban exclusivamente al agente externo. Moverse a sí mismo, ser agente y paciente a la vez, acciones inmanentes, que permanecen en el sujeto, en él quedan y proceden. El objeto de la psicología es toda suerte de vida, vegetativa, sensitiva y racional. Desde sus expresiones mínimas. Sin embargo da como objeto principal a la vida humana porque en ella se sintetizan todas las expresiones de vida. Tomás de Aquino trata a la vida humana en cualquiera de sus dimensiones; puesto que el hombre es una unidad sustancial.
Distinguir dos modo de conocimiento radicalmente distintos. Conocimiento esencial y conocimiento existencial. Actos de conocimiento en el que se conocen lo que son las cosas y que son. Pero nunca se dan separados, al margen, nunca desligados. San Agustín distingue muy bien estas dimensiones, al igual que Kant y Brentano. Santo Tomás da una peculiar terminología. Al conocimiento de la esencia la llama cognitio comunis, conocimiento de lo común. Al conocimiento de la existencia cognitio in universali, conocimiento de lo universal y la cognitio in particulari.

3.1. Conocimiento esencial.
El punto de partida para saber qué es el conocimiento está constituido en la comparación del cognoscente y el no cognoscente. Los que conocen se diferencian en que los que no conocen no poseen más que su propia forma, pero los que conocen pueden poseer además la forma de otra cosa (forma rei alterius). No es poseer otra forma, pues ello conviene a cualquier realidad mudable, cualquier puede adquirir otra. Pero la realidad perfectible puede poseer otra sin perder la que tiene. A esta capacidad de poder poseer otra forma se denomina posesión subjetiva, inscribir esa forma en el propia haber, retenerla como propia. También es la posesión material, poseer una forma como la materia posee una forma, como suya. Frente a ésta está la posesión objetiva. Mantener esa forma que se posee en alteridad, posesión inmaterial. El que la posee no se comporta como la materia-forma, sino forma-forma. El conocimiento es posesión objetiva o inmaterial de una forma, una nota, una determinación. Esa posesión es un acto, de entender, puesto por un sujeto que se comporta también como acto que se hace cargo de un acto, puesto que toda forma es un acto. Esto es el conocimiento actus actus actum possidentis. De aquí se deriva la identidad del cognoscente y conocido, en la definición hay dos cosas: actualidad intencional puesta por el sujeto cognoscente y forma actualizada. Resulta que la actualización intencinal es la misma para lo cognoscente y lo conocido, y si es así el cognoscente es lo conocido en acto. La actualización es la misma porque ese acto por el que el cognoscente se hacen tal es la misma por el que lo conocido se hace conocido. La forma es una y la misma para lo cognoscente y para lo conocido. El cognoscente en acto es lo conocido en acto. ¿Cuál es el último fondo ontológico que está en la base del conocimiento? Sólo puede responderse acudiendo al cognoscente y al conocido. Cómo han de ser para que sea así el conocimiento. Aristóteles dice que para que el conocimiento pueda darse es necesario que el cognoscente y lo conocido sean inmateriales. Esto lo desarrolló Averroes y Santo Tomás. Repite: inmaterialitas est radix cognitionis. Fundamento de que el cognocente conoce y de que lo conocido sea conocido. Esa inmaterialidad es la no materia primera, pura potencia. Pero cognoscente y conocido no excluyen de su esencia la materia, porque si no las cosas corpóreas no podrían ser conocidas ni los hombres podrían conocer.
La respuesta a qué podemos conocer es que la raíz del conocimiento es inmaterial. No significa carecer de materia. Significa que el cognoscente y lo conocido incluyan o no material y han de tener la posibilidad de obrar al margen de la materia, no comportarse como la materia. Tienen que dominar su comportamiento. La cosa conocida no se comporta como materia respecto al cognoscente. La materia nunca determina la cosa. Mientras que la cosa conocida determina al cognoscente. Tampoco el cognoscente se comporta como materia. La materia hace suya la forma. El sujeto mantiene a la forma en su alteriadad. La materia no actualiza la forma. El cognoscente actualiza a la cosa conocida, como objeto, intenionalmente, activamente. De ahí que la raíz del conocimiento es la inmaterialidad. Santo Tomás distingue en el conocimiento dos momentos, ordine naturae: momento de pasividad y momento de actividad, en toda suerte de conocimiento. Conocer propiamente está la actividad. Ni siquiera el conocimiento sensorial. El sujeto cognoscente es pasivo, receptivo porque el cognoscente no siempre está en acto sino que pasa de la potencia al acto de conocer, tamquam tabula rasa. Tiene que recibir para poder actuar, por virtud de algo que se haya en acto. Cierta recepción para poder actuar, por virtud algo que se haya en acto. Cierta recepción por la cual se produce ese tránsito. La receptividad es pura ganancia. Lo que se recibe es la misma forma, nota, determinación que se va a conocer. Si el sujeto es el que conoce, la forma es aquello por lo que el sujeto conoce id quo. Cumple la función de principio de conocimiento, eso lo cumple la forma mediante una forma que hace sus veces porque una forma no puede trasladarse. Ese doble es la llamada especie imprea, imprimida en el sujeto. Puede ser sensible o inteligible. La función es hacer que el cognoscente conozca. Cuando el sujeto ha recibido la forma puede emitir el acto de conocer, lo que propiamente constituye el conocimiento. Ese acto es una acción no transitiva, sino inmanente. En ella cabe introducir el mismo esquema que la acción transitiva, el agente -sujeto-, la acción misma -conocer-, y el efecto interior que ese acto produce, imagen o verbum mentis, especie expresa. El problema es si el verbum es producto de una inteligencia o riqueza de plenitud. La acción inmanente -dice- que es infecunda por propia naturaleza. Pero obrar es comunicar aquello por lo que el agente está en acto. En este efecto interno hay que distinguir un doble esse. Una vez que el entendimiento está fecundado, da el acto de entender, una actividad que de suyo es fecunda, no estéril. Produce un efecto interno, imagen o verbo, si es conocimiento sensible o intelectual (siendo no el producto de la imaginación sino de todos los sentidos internos: phantasma o imagen). Ese acto interior de entender tiene un doble aspecto. Por un lado el concepto es una cierta realidad accidental -cualidad-, pero de otro lado el concepto es la semejanza o representación de otra cosa. En el concepto hay un doble esse, uno reale y otro intencionale. El concepto por un lado remite al entendimiento del cual procede pero por otro se refiere a una realidad distinta, y por ello es una cierta semejanza. Que esta semejanza sea semejanza de la realidad exterior se explica porque el verbum ha sido producido fecundado por la semejanza de la cosa.
Si no existiera un conocimiento existencial el proceso sería indefinido por la cantidad de la semejanza. Porque el criterio de verdad es la evidencia. Este concepto no es el acto de entender sino el resultado. ¿Lo que yo conozco son las cosas o es mi concepto?, dice Maritain o Gilson. Pero Santo Tomás dice todo lo contrario. El conocimiento es el concepto, porque el acto de conocer tien un término. El término primero es el concepto. El concepto es id quod intelligiror, o id in quo intelligitur. ¿Es un medio o es lo captado? La doctrina de Tomás es que id quod intelligitur. Lo que sucede aquí es que hay una sola captación. Por el mismo acto por el cual se conoce el concepto se conoce la cosa. Ejemplo de Santo Tomás: consideración de una estatua de Mercurio, si se considera en cuanto estatua de mármol y después se dará cuenta que es de Mercurio. Si se considera el concepto como semejanza de otra cosa con un acto comprendo la cosa y el concepto. Porque el concepto es lo que el entendimiento entiende de la realidad. La teoría del signo hay que interpretarla en consonancia con la teoría del concepto. Con el mismo acto que se conoce al objeto se conoce la cosa. Esta doctrina puede proponerse encuadrándola en la teoría del signo. Signo es aquello mediante lo cual se llega al conocimiento de otra cosa. El concepto es un signo, tiene carácter transitivo. No pone ante la realidad que subsiste extramentalmente.
¿Qué tiepo de signo es el concepto? Dos clases de signos, signo propie -en sentido estricto, y signo communiter, en común. La escuela lo traduce por signo instrumental y forma. La diferencia es que el primero lleva al conocimiento de otra res supuesta la previa aprehensión del signo. El segundo hace pasar al conocimiento de otra cosa sin que sea previamente aprehendido, es un medio silencioso. El signo formal excluye la captación del signo. Esta no es la correcta interpretación de Santo Tomás. Tomás dice que el instrumental es aquel que me lleva al conocimiento de otra cosa por una especie de discurso -quasi discurrendo-. Siendo previamente conocido el signo instrumental es transitivo y es aprehendido implicando un cierto discruso, entrañando varios actos. Respecto al formal dice que sólo se le puede llamar signo a todo lo conocido in quo en lo cual se conoce algo, y así se le puede llamar signo de la cosa. El signo formal es esencialmente transitivo, aprehendido también pero no hay elemento discursivo. No hay dos actos. Por una sola aprehensión se capta el signo y el significado.

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