jueves, 29 de julio de 2010

Santo Tomás de Aquino VIII

3.3. La voluntad.
Por ella el hombre trasciende al mundo de modo distinto al causar, y querer resulta irreductible a pensar, entre causar y querer. Por el conocimiento el hombre posee la forma intencionalmente, no un ser real. Por el querer el hombre tiende a lo real no en cuanto conocido. El querer es tendencial, potencial. Lo querido requiere el ser real. La tendencia a la unión como algo real. Se distingue objeto y acto. Lo querido es perfectivo, perfecciona. La verdad perfecciona formalmente: el bien, realmente. El bien es una nota de un ser real. No es abstracto. Se necesita que el bien querido sea conocido, toda actividad consciente arranca del querer, hay una mutua relación entre ambos. El ejercicio es superior a la especificación. También es posible al revés. Lo querido siempre causa de algún modo. El objeto real del querer no es el mal. Para elegir el mal no hay libertad. El bien se divide en fines y medios. El bien honesto y deleitable está en el fin. El bien es el fin y ea quae sequitur finem (los medios). El acto de la voluntad unas veces da origen al fin y otras los medios, voluntas ut natura y voluntas ut ratio. No se puede dar el querer sin advertir que se quiere. Si conozco y conozco que conozco, quiero y conozco lo que quiero. Es la conciencia concomitante aplicada a la voluntad. El sujeto en el conocimiento funciona como un en. En la voluntad el sujeto funciona como un hacia, tendencia. Es una actividad, es una acción inmanente, por eso se asemeja al conocimiento. El conocer se asemeja menos. E fin se encuentra ya. El querer se completa con la cosa querida. Santo Tomás distingue cuando el objeto es el fin de los actos: volitio, intentio. La simplex volitio fin en sí mismo independientemente de su presencia o ausencia. Inclinación o unión con el fin. La intentio: tendencia d unión real con algo no logrado. La fruitio: el objeto es el fin en tanto que presente, unión real ya dada. Dado el fin no desaparece el querer, sigue presente.
Actos de querer como objeto, los medios. Consentimiento, versa sobre la bondad de los medios de un modo absoluto en sí mismo sin atender a la conveniencia para lograr el fin. La elección son propuestos según mayor o menos bondad en orden a llegar al fin que se intenta. La elección como acto selecciona uno entre los medios propuestos. El mejor. Es necesario un acto que mueva prácticamente en orden al fin siendo activo (praxis). El objeto de la voluntad es el bien. Tiene carácter de fin y a veces también de medio. Fin de adquisición denota una imperfección del sujeto. Fin de comunicación o donación. Si el bien puede ser fin y medios el fin debe poder adquirirse a través de los medios. Y si el fin es de donación no hay medios, todo son fines o manifestaciones de la bondad divina, su fin no es adquirir sino dar. Hay unos actos de la voluntad. La elección es puesta gracias al libre albedrío, que es central y se remite a las otras dos libertades. Es poseer la capacidad de ser libre desde la raíz: libertad trascendental. El libre albedrío tiene un fin, nos hacemos de una manera o de otra. La libertad moral es libertad de liberación. Libre albedrío es esa propiedad de nuestra voluntad de hacer o no hacer. El hombre es dueño de sus propios actos. Esto supone una indeterminación, ausencia de coacción. Son las tres características de libre albedrío. Falta de coacción es la ausencia de constricción. No estar forzado externamente, no movido necesariamente desde el exterior; y esto se da siempre en la voluntad humana. La espontaneidad es estar forzado desde dentro, por mi propia naturaleza. Reducir toda la libertad humana a esta espontaneidad es un determinismo psicológico: el hombre es un autómata espiritual. La libertad es la ausencia de necesidad interna, de necesidad natural. El libre albedrío retiene la indeterminación de los actos de la voluntad. Indeterminada respecto del objeto, del acto y del fin. Sobre todo para el libre albedrío se requiere el dominio de los propios actos. Respecto a querer o no querer. Respecto de los propios actos la voluntad es una determinada, en cuanto potencia está privada del acto correspondiente. La voluntad es potencia y no se destruye aunque no quiera. Su naturaleza consiste en poder querer. Indeterminada respecto de su objeto, de los objetos de esos actos, o sea de los bienes particulares. La voluntad se considera como naturaleza o voluntas ut natura determinada por su objeto que es el bien común, y voluntas ut ratio ningún bien particular puede determinarla rigurosamente. La amplitud de la voluntad no puede ser agotada por ningún bien particular, ni siquiera por el sumo bien.
La indeterminación de los actos viene por su potencia respecto obrar. La indeterminación del objeto es también difícil. La voluntad debería estar determinada por el mayor de los bienes. Pero un acto no puede estar determinado por un bien particular aunque sea el mejor de todos, porque el objeto de la voluntad no es un bien particular. Siempre queda en manos de la voluntad el poner su propio acto: querer. La voluntad es también reflexiva y ve como bueno el propio acto del querer. Un bien limitado no es necesariamente querido bajo ese objeto. Indeterminación del fin. Indeterminada respecto de los medios, porque su relación no es conocida como necesaria. Hay indeterminación aunque el fin siempre se quiere, la felicidad. Los medios que atraen a ese fin no atraen porque a lo mejor no se conocen como necesarios. El libre arbitrio consiste en el dominio de sus propios actos. Sólo es posible si la voluntad es dueña de aquello por lo que obra. Es el último juicio práctico del entendimiento. Los actos de la voluntad son complejos porque se pueden distinguir momentos en los que intervine el entendimiento. Si el entendimiento conoce un bien elemental, después le sigue un acto de la voluntad. Es la simplex volitio, impulso muy débil. Suficiente para mover al entendimiento para que se vuelve a examinar ese bien. Puede parecer no conveniente, o inaccesible, la voluntad deja de quererlo. Puede parecer conveniente. Se le presenta como un fin para la voluntad. Tiende la voluntad con un impulso más fuerte. Es la intentio.
Ahora descendamos al plano de los medio. Se complica porque las acciones son singulares -suposittum-. La solución en la praxis es tremendamente difícil. Para eliminar la cuestión de los medios aparece la deliberación del entendimiento llamada consejo. Pensar en la bondad de los medio en orden a ese fin. Está limitada por el juicio de la razón práctica que nos señala lo que es mejor aquí y ahora. Aparece el consentimiento, adhesión de la voluntad a esos medios. La voluntad entre esos juicios prácticos elige uno, que se convierte en el último juicio práctico, ha movido a la voluntad. Puede haber motivos para la elección pero serán siempre motivos generales, porque si hay motivos concretos acatamos con la libertad. A veces lo que se elige es lo mejor. Otra veces no es lo mejor, porque uno puede equivocarse y otras veces se le impone por el mejor alguna disposición subjetiva y otras por tener determinados hábitos que fuerzan a la voluntad a elegir ese bien.
Siempre es inexplicable porque se elige una cosa. En la vertiente existencial no hay necesidad que exista o no exista ese acto. En el orden esencial sí que hay necesidad. La raíz de la libertad es la razón. Radis libertatis est ratio. La voluntad domina sus actos si el entendimiento lo domina. La razón domina sus actos porque tiene carácter reflexivo. La razón juzga acerca de la bondad y acerca de su propio juicio. La razón es causa de su propio juicio y por eso el hombre tiene libertad de arbitrio, porque la razón es reflexiva. El juicio del entendimiento es de la voluntad.

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