miércoles, 4 de agosto de 2010

Santo Tomás de Aquino XI

5. EL ORDEN SOCIAL
El hombre de facto sólo tiene u fin, el fin sobrenatural. Santo Tomás no podía adoptar por completo el aristotelismo. Aristóteles suponía que el estado podía adoptar por completo el aristotelismo. Tomás sostenía que esa capacidad sólo es de la Iglesia. Santo Tomás complementó su aristotelismo de acuerdo con las exigencia de la fe cristiana. Para Aristóteles el fin del hombre es autosuficiente y se logra mediante la vida en el estado, mientras que para el aquinate el fin del hombre es sobrenatural y sólo puede conseguirse plenamente en la vida futura.
El Estado es, coincidiendo con Aristóteles, una institución natural fundamentada en la naturaleza del hombre. El hombre es por naturaleza un ser social nacido para vivir en comunidad con los hombres. El signo más evidente de ello es su facultad de expresar ideas a otros hombres por medio del lenguaje. Si la sociedad es natural también lo es el gobierno. Si la sociedad es natural también lo es en el gobierno. El gobierno se encarga de pensar en el bien común y de dirigir las actividades de los individuos con vistas a ese bien común.
Si la sociedad y el gobierno humano son naturales se sigue que tiene justificada en Dios su autoridad, puesto que la naturaleza humana ha sido creado por Dios.
Al declarar el estado una institución natural le dio un fundamento utilitario: su utilitarismo es aristotélico. La tendencia e impulso social del hombre hace que la sociedad pueda mantenerse; a pesar de la tendencia egoísta. Evitó la noción de que el Estado en consecuencia del pecado original y la noción de que el Estado es una creación del egoísmo. El Estado es una institución con derecho propio, un fin propio y una esfera propia. El Estad es una sociedad perfecta para la consecución de su propio fin. El fin de la Iglesia, un fin sobrenatural, es más elevado que el Estado, de modo que la Iglesia es una sociedad superior al Estado. Pero eso no altera el hecho de que el Estado es una sociedad perfecta autónoma, con su esfera propia. La tentativa de síntesis de Tomás entre la Iglesia y el Estado es algo precaria. Tomás declara que el fin de la sociedad de la sociedad es una vida virtuosa; el fin último de la sociedad es la vida virtuosa para gozar de Dios, y ese fin no lo logra por poder humano sino por poder divino. De manera que la condición del hombre a su fin último se confía a Cristo y a la Iglesia, de modo que los reyes deben estar sometidos a los sacerdotes. Insiste en que al rey le corresponde procurar la vida buena de sus súbditos con obtención al logro de la beatitud eterna. Es tarea del monarca facilitar en su dirección de los asuntos terrenales, el logro del único fin último del hombre. La opinión del aquinate respecto a la relación entre Iglesia y Estado es semejante a su opinión sobre fe y razón. La razón posee su propio campo pero no por ello la filosofía deja de ser inferior a la teología.
Una ambigüedad semejante se manifiesta en la relación entre individuo y Estado. Es necesario que la ley tenga su mira en la felicidad común pero habla como si el ciudadano estuviese subordinado al todo del que forma parte. Pero insiste que el que busca el bien común busca igualmente su propio bien. El hombre no es simplemente un miembro del Estado y en realidad la cosa más importante para él es su vocación sobrenatural.
Pero su totalitarismo queda extraño a su obra en su consideración de la ley y del origen de la soberanía. La ley divino-positiva es la ley de Dios tal como ha sido positivamente revelada y la ley del Estado, la ley humano-positiva debe aplicar la ley natural y aplicar sanciones que ayuden al cumplimiento. La función primordial del legislador es definir o hacer explícita la ley natural. La ley humano se deriva de la ley natural. El poder legislativo deriva en última instancia de Dios. Las leyes humanas humanas justas obligan en conciencia en virtud de la ley eterna de la que últimamente derivan.
Las facultades del legislador están leyes del ser absolutistas en el pensador de Santo Tomás. La soberanía es dada por Dios al pueblo como un todo y delegada por este al gobernante efectivo. La deposición por ello del tirano siempre es legítima. La mejor constitución será mixta, un lugar para la aristocracia y la democracia: la elección de los magistrados está en manos del pueblo.
En la cualificación del gobierno sigue a Aristóteles. La tiranía es la peor de las formas malas y la monarquía la mejor de las formas buenas. De todas las formas lo importante no es la precisa forma de gobierno sino la promoción del bien público. La teoría política de Santo Tomás es de carácter semejante.
La teoría política de Santo Tomás es parte integrante de todo su sistema filosófico. La autoridad, el derecho, se basa en la razón y debe ser ejercitado según la razón. La ley se define entonces como una ordenación de la razón para el bien común promulgada por quien tiene autoridad en la comunidad. El soberano ocupa un lugar natural de jerarquía. Entre el fin sobrenatural y el fin natural del hombre debe haber la debida armonía y debida subordinación del segundo al primero. Las formas de gobierno pueden cambiar pero el hombre tiene una esencia y naturaleza permanente y fija en esa naturaleza fundamenta la necesidad y la justificación moral del Estado. El Estado no es ni Dios ni el anticristo, es uno de los medios para los cuales Dios dirige a su fin la creación racional encarnada.

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